En la Edad Media, la aristocracia y los gremios dirigían una gran parte de la actividad económica en Europa y Asia. Sin embargo, hace unos doscientos años, el Estado comenzó a ejercer menos poder sobre los precios y los métodos de producción. El feudalismo dio paso poco a poco a los mercados, o sea, a lo que llamamos «mecanismo del mercado» o «capitalismo competitivo».
En la mayor parte de Europa y Norteamérica, el siglo XIX se convirtió en la era del laissez faire. Esta doctrina, que se traduce por «dejar hacer», sostiene que el Estado debe interferir lo menos posible en los asuntos económicos y alejar las decisiones económicas al mercado privado. Muchos gobiernos defendieron esta filosofía a mediados del siglo XIX.
No obstante, a finales de siglo los desenfrenados excesos del capitalismo llevaron a Estados Unidos y a los países industrializados de Europa occidental a abandonar el laissez faire total.
El papel del Estado aumentó ininterrumpidamente a medida que fue regulando los monopolios, recaudando impuestos sobre el ingreso y comenzando a ofrecer una red de seguridad social a los ancianos. Este nuevo sistema, llamado Estado de bienestar, es un sistema en el que los mercados dirigen hasta las más mínimas actividades de la vida económica diaria y el Estado regula las condiciones sociales y facilita a las familias pobres pensiones, asistencia sanitaria.
Peto hacia 1980 las tendencias cambiaron de nuevo, ya que los gobiernos conservadores de muchos países comenzaron a bajar los impuestos y a reducir el control público de la economía. Fue especialmente influyente la «revolución de Reagan» de Estados Unidos, que cambió la actitud de la opinión pública hacia los impuestos y el Estado e invirtió las tendencias del gasto federal de Estados Unidos dedicado a los programas civiles. Incluso el presidente demócrata William Clinton afirmó que «la era del gran Estado ha terminado».
El retorno más espectacular al mercado se produjo en Rusia y en los países socialistas de Europa oriental. Tras ensalzar durante decenios las ventajas de las economías autoritarias dirigidas por el Estado, estos países abandonaron la planificación central e iniciaron la difícil transición a una economía de mercado descentralizada. China, aunque sigue estando gobernada por la dictadura del Partido Comunista, ha disfrutado de un período de expansión económica durante las dos últimas décadas al permitir la competencia dentro de sus fronteras. Algunos países en vías de desarrollo, como Taiwan, Singapur y Chile, han gozado de un rápido crecimiento del ingreso al adoptar el capitalismo y reducir & papel que desempeña el Estado en su economía.
En los países occidentales, la mayoría de las decisiones económicas se resuelven a través del mercado, por lo que comenzamos nuestro estudio sistemático por ese mecanismo. ¿Quién resuelve las tres cuestiones fundamentales —el qué, el cómo y el para quién— en una economía de mercado? Tal vez le sorprenda al lector saber que en las economías de mercado ninguna persona ni organización ni Estado es responsable de resolver los problemas económicos, sino millones de empresas y de consumidores que realizan intercambios voluntarios, con la intención de mejorar su propia situación económica, y cuyas actividades son coordinadas invisiblemente por un sistema de precios y de mercados.
Para apreciar la importancia de este hecho, piénsese en el caso de la ciudad de Nueva York, en la que sin una constante entrada y salida de mercancías, en una semana los neoyorquinos se encontrarían al borde de la inanición. Para que Nueva York prospere, es necesario abastecerla de muchos tipos de bienes. Desde los condados circundantes, desde los 50 estados y desde los mas lejanos rincones del mundo, viajan bienes durante días y semanas con destino a Nueva York.
¿Cómo es posible que los 10 millones de habitantes puedan dormir tranquilamente por la noche sin vivir con el terror mortal de que colapsen los complicados procesos económicos de los que dependen? Sorprendentemente, estas actividades económicas se coordinan a través del mercado sin ninguna coacción ni dirección centralizada de nadie.